lunes, 7 de noviembre de 2011

Catarsis

Palabras que acechan. Sílabas que susurran. Silencio…
Mano entumecida desdibujando ideas. Te veo ahí esbozando sueños, anhelando emociones. Cada frase, una conquista, un palmo de tierra ganada a la desconfianza y al bloqueo. Lo importante, dejar que las palabras fluyan; aunque discurran en un delirio existencial. Superficie blanquecina que encarnas portes desafiantes y poderosos. Luchar o morir, quizás soñar.




Palabra que redimen, antídoto frente al pánico aniquilador. Miedo al reflejo, a la verdad velada que como murmullo vaga por la oscuridad. Cadencia de versos que adormecen el juicio y dan riendas al mayor de los absurdos. Lucha de titanes. Zozobra vital.

domingo, 16 de enero de 2011

Historias de un súcubo cualquiera.


Aún se intentaba recuperar del impacto de aquella carta:
"Oye ahora lo que voy a decir y un Dios en persona te lo recordará más tarde. Llegarás primero a las sirenas, que encantan a cuantos hombres van a su encuentro. Aquel que imprudentemente se acerca a ellas y oye su voz, ya no vuelve a ver a su esposa ni a sus hijos pequeñuelos rodeándole, llenos de júbilo, cuando torna a sus hogares; sino que le hechizan las sirenas con el sonoro canto, sentadas en una pradera y teniendo a su alrededor enorme montón de huesos de hombres putrefactos cuya piel se va consumiendo. Pasa de largo y tapa las orejas de tus compañeros con cera blanda, previamente adelgazada, a fin de que ninguno las oiga; mas si tú desearas oírlas, haz que te aten en la velera embarcación de pies y manos, derecho y arrimado a la parte inferior del mástil, y que las sogas se liguen al mismo; y así podrás deleitarte escuchando a las sirenas. Y caso de que supliques o mandes a los compañeros que te suelten, que ellos te sujeten todavía con más cuerdas."

Ella la cerró, la metió en el sobre y la tiró a la chimenea. La víctima a su lado, languidecía en el catre; pudiendo abrir los ojos en cualquier momento y escapar así de la muerte al leerla. Lectura redentora ineludible en la escapatoria del sino fatídico. Ella, ávida de su sexo entonaba aquellas melodías que le ordenaban desearla hasta enloquecer. Su timbre hipnótico caldeaba sus venas y hacía que su deseo irracional fuera cada vez más incontrolable. La catarsis era irrenunciable, pero ella con su mano perfumada le dirigía hacia aquel romántico cadalso. Sonámbulo, amputado de voluntad, zombi concupiscente,  era esclavo de su propio eros.
Viuda negra que tejes tu red con equívocos y torvos ojos avanzas sin piedad. Aquella conducta portaba sin embargo una lectura tranquilizadora. Sed de reconocimiento en su feminidad, en su dominio de la debilidad masculina, del flanco más vulnerable del enemigo. Ecos del pasado, regresiones a la vida familiar; en combate con la madre por el amor y reconocimiento del padre, del hermano. Cada plaza conquistada apuntalaba su ego maltrecho. Alma de presa descarnada, narcisismo de mujer que se afianzaba. Sádica profesión.
Mantis que tras el banquete lascivo decapitas a tu denostado pretendiente. Respiración profunda. La Boa acecha en el silencio de la noche.
Hombre ingenuo que andas por el filo de la navaja y olvidas los consejos de Circe. No trates de romper esas cuerdas que te atan a la estabilidad, a tu felicidad. El destello efímero será un espejismo en tu auto impuesta peregrinación por el desierto.
Penélope aguarda y te quiere en su plenitud. No te desconciertes por los fuegos artificiales que te rodean por doquier. No caigas en las borracheras afrodisiacas con reflujo a desazón y desdicha.
Líbrate de la libido ciega que embriaga al viajero. Visiones, contornos desdibujados en una noche de somnoliento aroma. Lo Cellos lloran la desdicha del amante….
Te dejo en la placidez de la imprudencia, del sueño anhelado…..

lunes, 10 de enero de 2011

Diario de un náufrago



Cuatro de la mañana. Cuatro en punto de la mañana. El frío hiela mis venas y me arranca de los brazos de Morfeo. Mar gruesa. En el desconcierto y la agonía me acerco a la ventana, busco luz entre tanta negritud, calor entre tanta frialdad.
Y allí le veo, revoloteando como otras veces. Pero solo, como siempre lo ha estado. Sin embargo, hoy se batía en solitario. Su aleteo no era más que la lucha por la supervivencia. La lluvia torrencial aplacaba su vuelo y cada gota sobre su plumaje era una afrenta mortal, una carga que amenazaba con acabar con él.
Pero siempre los recordé en pareja, con sus alas untadas en tinta de nostalgia y dibujando en el más grisáceo de los cielos. Pero llegó la tempestad y con ella la tormenta. Y de lo más oscuro salió aquel rayo, cargado de dolor y desgarro. Sin previo aviso golpeó y todo acabó. Noche de tristeza y de nostalgia. Bancos vacíos. Alma enmudecida.
Vuela, le digo. Vuela alto y busca cobijo hasta el alba. Pero el cielo llora y hace que sus plumas queden henchidas por aquellos amargos sollozos.
Sigue lloviendo. Lágrimas que inundan. Ahogo. Dolor. Quiero salir y curar las plumas de aquel gorrión malherido, pero algo me detiene.
Bancos vacíos. Madera que encierras sabias palabras, grandes secretos. Resuena el eco de tus palabras. Te escucho en el silencio.
Llueve en la cerrada noche de invierno.  Gorrión abatido. Dolor del alma.
Te busco y no te encuentro. Te veo en mis sueños.