lunes, 19 de octubre de 2009

Deber vs Querer

Uno de los temas más importantes que nos trae locos a todos en la actualidad es la situación de conflicto entre el querer-deber o dicho de otra forma entre el corazón y la cabeza. Curiosamente es interesante observar como incluso desde un primer momento que planteo la cuestión lo hago en un plano dicotómico como si fueran peras o manzanas. Pero así es, se puede decir que soy víctima  de  la tradicción filosófica occidental. Desde Platón pasando por Descartes se pensó que todo descansaba en un sistema bipolar de fuerzas y que en cualquier caso la razón como timonel debía tomar las riendas del barco en caso de tripulación insurrecta.
Pero ¿Acaso no es más eficaz como apunta François Jullien plantear la cuestión como lo hace la filosofía oriental? ¿No puede ser los dos parte de un todo armónico? ¿Acaso no es deseable y posible el equilibrio de contrarios?.
La cuestión es especialmente espinosa pero decisiva cuando queremos abordar determinados proyectos vitales. Esta demostrado que en actividades tales como el aprendizaje, las emociones pueden ser tan importantes como las capacidades cognitivas o intelectuales.
Nuestras sociedades han tendido a educarnos mal en las gestión de nuestras propias emociones. Con gran frecuencia la exteriorización de las mismas ha sido algo que ha estado mal visto y por lo tanto ha impedido que muchos de nuestros jóvenes maduren en un doble plano: el cognitivo y emocional.
Todo ello llevó en ocasiones a mecanismos represivos frente a impulsos o deseos en el sentido más freudiano de la palabra. Pero claro está, esto es como achicar agua en una barca a la deriva.
Es esa acción de achicar el agua que la sublimación encarnaría. Se empieza por sublimar y se termina erotizando el pensamiento entero. Si claro, algunos diran que la intelectualización de los impulsos y emociones es algo estoico y muy valorado en la sociedad occidental; pero como apunta Lipovetsky eso ha estado muy bien en el siglo XIX pero no en la posmodernidad.
El creciente décalage conlleva serias y graves consecuencias no sólo para la salud mental de los individuos, sino también para la estabilidad y el progreso de la sociedad en su conjunto.
El desarrollo de lo que comienza a llamarse como "competencias emocionales" se hace cada vez más imperante. Por lo que no sólo se trata de conocer y comprender las emociones propias (con la dificultad que muchas veces entraña) sino también las del prójimo (fundamentales para la convivencia).
El tema se complica aún más si se atiende a la siguiente frase LeDoux "anatómicamente hablando, el sistema emocional puede actuar independientemente del neocórtex. Existen ciertas reacciones y recuerdos emocionales que tienen lugar sin la menor participación cognitiva consciente".
Es curioso pero el hombre tiene un sistema emocional mucho más primitivo que la propia evolución del neocortex (centro de mando "racional") y nuestros sistemas educativos y sociales lo desarrollan a su vez mucho menos.
Las autoridades educativas deberían comenzar a reflexionar sobre las importancia de educar en las emociones en los primeros estadíos de desarrollo psicológico si queremos tener una sociedad adulta sana.
Los últimos acontecimientos que han tenido lugar en las fiestas Pozuelo de Alarcón deberían ser más que suficientes para comprender que los jóvenes sólo piensan que la violencia comienza a ser el único reducto viable de canalización del emociones.


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