lunes, 21 de junio de 2021

El aroma de felicidad.



Domingo. 11:00 a.m.

Aún, todos duermen. Me levanto y salgo al jardín. 


En el horizonte, la inmensidad del océano. Las olas, en diminutas gotas, me inundan el rostro, al romper y deshacerse en mil pedazos. 


Cierro los ojos y simplemente disfruto esa caricia robada en mi piel. El agua  refresca mis mejillas, ya quemadas por el imponente sol. La salina borra las huellas de la noche de mi semblante. En la lontananza, una pequeña barca a la deriva. Me pregunto si en ella viaja alguien, algún alma solitaria. 


Esa inolvidable taza de café calienta mis manos, como cuando las acerco a la chimenea y las abro. Me embriaga el olor que sale de entre ellas. Las acerco a mis labios y siento la densa espuma del café al mojarlos. Pienso en el bigote blanco que aquel dulce sorbo me había creado, y entonces, me ví, en aquella otra tarde de otoño, rompiendo a carcajadas, al verme el denso y oscuro bigote que el chocolate me dibujó en la comisura de los labios.  


Levedad e inocencia perdida, pensé. Hoy, quizás, recuperada a través de    la mirada de mis niños. Divino tesoro.

 

Le dí el primer sorbo y pude sentir todo su sabor en el paladar. Me sentí afortunada, privilegiada, llena de vida. 


El mundo se paró por unos instantes. Mi soledad, mi existencia, consagradas en aquella taza. Pienso en la última vez que tuve tiempo para mí, para cuidarme. No la recuerdo. Notaba que la necesitaba cada vez más.


Solo quería poder viajar, huir del asfixiante peso del día día que a veces tanto me consume. Es una realidad que me dota de sentido, pero al mismo tiempo me mata lentamente. ¿Cuándo fue la última vez que me sentí llena? ¿Adonde me gustaría viajar ahora?


Pienso en un lugar con significado para mí, que me devuelva mi individualidad arrebatada. Necesito recuperar por unos instantes el peso del silencio, solo pido un resquicio de soledad. Tampoco pido tanto - me dije. 


De pronto, me vino mi imagen de antaño. Una niña sentada en aquella  puerta de embarque, a la espera de un avión, rumbo a un mundo desconocido. Fue, quizás, en ese momento en el que comprendí que, a partir de entonces, solo habría una persona en este mundo que me cuidaría, 

yo misma. 


Un chasquido interrumpió mis pensamientos, me devolvió al presente y me hizo recordar todo lo que me quedaba por que hacer hoy. 


Espera, me dije, disfruta aún del última sorbo, quizás éste sea el último café....





Me había entregado tanto, con tanto afán que en el empeño me olvidé de mí. Me vino a la mente aquel libro provocador “Madres arrepentidas”.


Pensé que la maternidad es el acto de mayor generosidad, de entrega, hasta el punto de renunciar a una misma, a las necesidades más básicas, más profundas.  Él jamás lo entendería. Nosotras estamos hechas de otra pasta.


El llanto en la distancia me hizo ponerme otra vez en marcha....








domingo, 20 de junio de 2021

La tierra del sol poniente.

Jamás pensé que ésa sería la última vez que le vería con vida. Menos aún que unas horas después, oiría el golpe seco de su cuerpo golpear lo más profundo del agujero, al enterrarle. 

Su cuerpo yacía inerte, tras morir como un viejo perro desangrado, en medio del arcén, tras aquel fatídico golpe. Ahora ya muerto, ni siquiera era digno de un nicho, de una lápida. Un trozo de madera con un número hacía las veces. Alrededor, muchos hoyos abiertos esperando a dar cobijo a otros tantos desafortunados.


En un mundo normal lo hubiesen socorrido, llevado al hospital, curado de aquella carnicería. Sin embargo, allí, el miedo a ser acusado de provocar el accidente, prevalecía sobre la más mínima dignidad humana. La banalización de la muerte cotidiana, en definitiva. La gran epidemia africana.


Otra pérdida más, una de tantas. Era desgarrador ver cómo la vida en aquel país no valía nada.  Era un mero soplo, un simple susurro en la eternidad. 


Así de jodida es África, con sus hijos. Les arranca la vida a dentelladas, a bocajarro. Con, especial inquina, además, con sus mejores vástagos a quienes parece no perdonar su extraordinaria condición, como a Joachim. 


Me agarré a su última sonrisa, el último reducto que me quedaba al que poder aferrarme ante tanta indignidad, ante tanto desprecio por el ser humano. Se me revolvieron las entrañas. No pude evitar vomitar, al volver a casa. Un enorme desprecio ante la injusticia y la condición humana me invadió profundamente.


Pero hoy no quiero contaros mi historia por aquellos lares, sino la de Joachim. Padre de cinco hijos y tío de otros quince. Su partida condenaría a morir de hambre, al menos a otras veinte bocas. Un auténtico drama que desde nuestro mundo, preferimos siempre olvidar e ignorar. La distancia anestesia nuestra decencia, sin duda.






Esa intensidad africana estaba encarnada en el propio Joachim. Sus dientes de marfil, blancos, refulgentes como la nieve deslumbraban aún más al contrastar con su tez negra  azabache. Su cuerpo atlético superó estoicamente todas las inclemencias de su desdichada existencia. 


Pero sin duda, lo que más destacaba en él era su alma, su profunda generosidad y su plena disposición a ayudar a los demás. Siempre, pero siempre con una sonrisa en su rostro, a pesar de que quizás, solo quizás, no encontrase un motivo por el que vivir entre tanta miseria, entre tanta desdicha.


Siempre alegre venía a casa a reparar el tejado para que aquellas lluvias torrenciales no estropearan los muebles. Precisamente, él que no tenía casa en la que dormir, devorado por las hordas de mosquitos armados de malaria, fiebre amarilla o dengue. 


De pronto, alguien llamó a la puerta. Me dispuse a abrirla, interrumpiendo mis pensamientos. Me levanté, giré el pomo y justo allí, delante de mis narices apareció Joachim.


No puede ser, pensé. No daba crédito. Yo mismo había presenciado su entierro. ¿Era acaso de carne y hueso? ¿Me estaría volviendo loco?¿Sería un espejismo una alucinación o simplemente estaba proyectando un deseo?


Nos fundimos en un abrazo. 











sábado, 19 de junio de 2021

El duende escriba

 A veces solo oigo el silencio. Intento no moverme para dejar que salga algún susurro. Entonces, de forma casi imperceptible surge y de pronto un torrente a borbotones. Intento entender el mecanismo, pero es un gran enigma, un misterio indescifrable.


En ocasiones, la historia crece dentro de mí, me habla. Otras es como la arcilla, siento mis manos deslizándose por la fría superficie, con el giro del torno. Mis dedos hacen presión y entonces surge la magia: un personaje del que estiro su carácter histriónico, un recuerdo del que no tenía consciencia de su existencia retorciéndose por aflorar....


Cuando escribo, mi voz suena distinta es más melódica, más acompasada, en definitiva más auténtica. Los pensamientos se posicionan con disciplina de legionarios romanos. Permanecen impertérritos, a la espera de la señal, de la orden para avanzar.


Curiosamente, gracias a su experiencia saben anticipar el momento, sin saber explicar bien cómo. En otras ocasiones, escribir es como hacer croché. El mecanismo interno se pone en marcha y por una inexplicable razón, los dedos comienzan a moverse, hilvanando la lana para dibujar una impronta. El hilo por sí solo no representa nada, como tampoco lo hace una metáfora aislada, pero en conjunto comienza a desdibujar algún tipo de metáfora que adquiere vida propia y se transforma en un Pinocho. 


A veces, escribo a vuelapluma, como ahora, limitándome a plasmar el dictado que suena en lo más profundo de mí.  Otras, por el contrario, es pura artesanía, ya que todas las piezas tiene que encajar y conformar una armonía perfecta. Entonces, me vuelvo loco buscando la palabra perfecta. Tiene que sonar como un armónico absoluto. Saber cuándo toca una improvisación o una laboriosa selección es otra gran incógnita.


¿Por qué unas veces solo oigo cacofonías y otras la nada, el silencio más absoluto? Tampoco lo sé, otro misterio indescifrable.


Probablemente, todos tenemos esa voz que grita internamente con gran intensidad. Sin embargo, la vida atronadora que nos ensordece, nos obnubila, asfixia todo nuestro sentir literario.



¿Por qué nos obsesionamos en mercantilizar el valor de esa voz? ¿Acaso se puede poner precio a nuestro primer amor? Lo que sale de ahí puede ser oro puro o simples pedruscos. Da igual, lo importante es que aflore, dejarle que suba a la superficie que abandone las más oscuras profundidades y que nos hable, que nos diga algo.


lunes, 28 de septiembre de 2015

Auto de fe

Tanto tiempo había pasado que la superficie blanquecina del papel representaba un reto inabarcable, una auténtica amenaza. Su ser literario entumecido y su voz prácticamente inaudible. Contra todo pronóstico permanecieron allí, expectantes ante el inminente susurro.

Pero la faz inquisitorial del verdugo se ofrecía desafiante. Por un lado, todo lo que quedaba por contar y por otro, la implacable autocensura que proyectaba ese  juez ejecutor de la ley más férrea e intransigente.

Miedo, angustia, segundos que se convierten en eternidades, colmados únicamente de amenazas invisibles para evitar la ruptura del silencio auto impuesto.

Pero la hora había llegado y como los segundos previos al vómito, la segregación salival anunciaba el torrente de vivencias y sentimientos no digeridos.

Tantas cosas por contar y todas tan imposibles de articular que un sudor frío recorría su ser. Es fácil siempre escribir desde el dolor, desde la inmediatez del presente, pero el pasado decantado por el silencio siempre se torna mucho más rico, mucho más complejo, mucho más doloroso.

Confiaba en que el tiempo soterrara la intensidad de aquellos momentos, el desgarro que aquel soldado se auto infligió como escapatoria al dolor brutal que había provocado con aquella agonía anunciada.

El silencio pesa y sentía que sus piernas le temblaban ante aquel fardo, carga invisible que aplacaba todo ánimo.

Y siempre ella, aquella silueta de mujer que evocaba el desgarro de su alma, por querer sentirse vivo aunque fuera en la paradoja, en la contra posición de ambos. Sabía que ella hubiera sido la elegida si en aquel momento hubiese optado por el aquí y ahora. Si hubiese obedecido a su sino, a su ser que tanto la deseaba en  la otrora plenitud. Incluso después de tanto tiempo se aferraba a ese sueño, a ese beso furtivo que como una descarga le devolvía a la inmortalidad más humana, más añorada. Solo ahora desde la certeza de su olvido podía evocarla y resucitar tantos sueños, tantas vidas no vividas...
Era allí en el tiempo y en la distancia desde donde se sentía seguro, desde donde podía contemplarla, sin miedo a que se evaneciese dejando un halo de dolor e incertidumbre.
Y escribía desde los días cargados de intensidad y contradictorias emociones, desde realidades complejas que distorsionan la más ebrias añoranzas. Desde aquella atalaya pensaba en ella, en su vida, en sus circunstancias, en su sonrisa y en un deseo por imaginarla feliz en la orilla de aquel mar que tan profundamente la había embriagado.....  

viernes, 4 de julio de 2014

Sordina...



Silencio atronador, tintineos de pensamientos que vagan en el horizonte. Soplos de angustia que recorren la memoria pasada, juicio sumarísimo, el silencio. Culpas latentes que tratan de alcanzar la superficie en el océano de la consciencia para introducirse de nuevo en la más profunda penumbra. El tiempo como aliado, mientras la consciencia paciente juzga el momento y controla el impulso. Se creía a salvo del acecho de su sombra, pero ese devenir temporal no solo no le había aliviado de la carga, sino que había macerado la hiel en su inconsciencia. Ser frágil, escindido, agujerado, esquivo que solo se reconoce a sí mismo en el reflejo de su sombra.  Ser postmoderno. Recuerdo desdibujado en la lontananza de la melancolía pasada. Dormir, morir tal vez soñar en la embriaguez de lo sencillo, de lo liviano, de la dulce melodía de otro tiempo. Silencio anulado.

 

 

domingo, 26 de agosto de 2012

Impromptus


I.

Sentada en el estanque, su mirada se perdía en las ondas de la piedra que acaba de lanzar y que bien representaba el viaje de su memoria hacia lo más profundo de su pasado. Era inevitable, pero aquellos recónditos pasajes la trasladaban hacia recuerdos que creía ya desvanecidos. Aquel guijarro no sólo había penetrado en la quietud de su alma, sino que las ondas la trasportaba de instantáneas a recuerdos sumiéndola en la más profunda de las melancolías; y aun así, el centro de cada circunferencia siempre quedaba ocupado por el mismo sueño: El golpe seco de la puerta y el sonido de sus gráciles piernas bajando aquellas escaleras. Atrás, la azotea que encarnaba todo su pasado, todo lo que desea dejar atrás, olvidar. Franquear la puerta supondría penetrar en la herida, en el vacío que su ausencia le había dejado. Su repentina ida le había calado con una tristeza sin igual y solo negando la existencia de ese cuarto creía poder garantizar su propia supervivencia. Sentía que su marcha había gangrenado su corazón y curarlo podría implicar perderlo para siempre…

II.

Postrada ante su pensamiento, trataba sin éxito descifrar su propia identidad, su profunda existencia. Aquel cubículo en el que se encontraba le asfixiaba y aniquilaba toda posibilidad de movimiento. Su imaginación constituía el único anclaje con la realidad, como si tal cosa existiese. Su pena, la negación de la imagen que el espejo social le obligaba a aceptar.
Eran precisamente aquellos haces de luz los que pretendían imponerle esos contornos borrosos. Pero ella valientemente no se dejaba amedrentar. Sin embargo, lo que más le dolía era no reconocerse a sí misma, a lo que ella creía haber sido y luchado con tanto desgarro.
Solo trazando ideas imaginarias en el papel, en aquella celda podía llegar a desprenderse de la servidumbre auto impuesta. Era una redención en las postrimerías de una existencia moderna e insípida.   

III.
El sol la embriagaba con su plácido resplandor. Los rayos no quemaban y su mirada no era autoritaria; sino vespertina. Aquel sol poniente la inundaba de la placidez y de la vitalidad añorada.

 

domingo, 1 de abril de 2012

Reverberación

Aquellos acordes le trasladaron a lo más recóndito del pasado, a los laberintos de aquel diálogo interior, reducido a lo inaudible. La sordina dejaba aquel rubor con una aspereza sin igual. El frenesí diario había hecho de aquella voz un mero rumor de cacofónicas sílabas. Pero surgió ese alguien, que le recordó la importancia de aquellas imágenes, de aquel sentir de antaño. Sin duda, se trataba de ese rayo de luz que bañaba cada esquina, cada ángulo de la habitación. Era aquella sombra grácil generada al paso de cada frase, de cada página, de cada ideal. Palabras que se deshacen en el paladar, día de enorme bienestar que hace de aquella instantánea un momento sin igual. Vida extremadamente corta, que hace imperioso disfrutarla en cada momento, en cada sueño existencial. Impronta nimia que dotas de sentido su existencia. Pero la vorágine diaria aniquila lo esencial y lo hace imperceptible, reduciéndolo a la nada. Aquella existencia contemporánea robaba el alma de los pasajeros que vagaban por ella sin rumbo, sin horizonte temporal…

lunes, 7 de noviembre de 2011

Catarsis

Palabras que acechan. Sílabas que susurran. Silencio…
Mano entumecida desdibujando ideas. Te veo ahí esbozando sueños, anhelando emociones. Cada frase, una conquista, un palmo de tierra ganada a la desconfianza y al bloqueo. Lo importante, dejar que las palabras fluyan; aunque discurran en un delirio existencial. Superficie blanquecina que encarnas portes desafiantes y poderosos. Luchar o morir, quizás soñar.




Palabra que redimen, antídoto frente al pánico aniquilador. Miedo al reflejo, a la verdad velada que como murmullo vaga por la oscuridad. Cadencia de versos que adormecen el juicio y dan riendas al mayor de los absurdos. Lucha de titanes. Zozobra vital.

domingo, 16 de enero de 2011

Historias de un súcubo cualquiera.


Aún se intentaba recuperar del impacto de aquella carta:
"Oye ahora lo que voy a decir y un Dios en persona te lo recordará más tarde. Llegarás primero a las sirenas, que encantan a cuantos hombres van a su encuentro. Aquel que imprudentemente se acerca a ellas y oye su voz, ya no vuelve a ver a su esposa ni a sus hijos pequeñuelos rodeándole, llenos de júbilo, cuando torna a sus hogares; sino que le hechizan las sirenas con el sonoro canto, sentadas en una pradera y teniendo a su alrededor enorme montón de huesos de hombres putrefactos cuya piel se va consumiendo. Pasa de largo y tapa las orejas de tus compañeros con cera blanda, previamente adelgazada, a fin de que ninguno las oiga; mas si tú desearas oírlas, haz que te aten en la velera embarcación de pies y manos, derecho y arrimado a la parte inferior del mástil, y que las sogas se liguen al mismo; y así podrás deleitarte escuchando a las sirenas. Y caso de que supliques o mandes a los compañeros que te suelten, que ellos te sujeten todavía con más cuerdas."

Ella la cerró, la metió en el sobre y la tiró a la chimenea. La víctima a su lado, languidecía en el catre; pudiendo abrir los ojos en cualquier momento y escapar así de la muerte al leerla. Lectura redentora ineludible en la escapatoria del sino fatídico. Ella, ávida de su sexo entonaba aquellas melodías que le ordenaban desearla hasta enloquecer. Su timbre hipnótico caldeaba sus venas y hacía que su deseo irracional fuera cada vez más incontrolable. La catarsis era irrenunciable, pero ella con su mano perfumada le dirigía hacia aquel romántico cadalso. Sonámbulo, amputado de voluntad, zombi concupiscente,  era esclavo de su propio eros.
Viuda negra que tejes tu red con equívocos y torvos ojos avanzas sin piedad. Aquella conducta portaba sin embargo una lectura tranquilizadora. Sed de reconocimiento en su feminidad, en su dominio de la debilidad masculina, del flanco más vulnerable del enemigo. Ecos del pasado, regresiones a la vida familiar; en combate con la madre por el amor y reconocimiento del padre, del hermano. Cada plaza conquistada apuntalaba su ego maltrecho. Alma de presa descarnada, narcisismo de mujer que se afianzaba. Sádica profesión.
Mantis que tras el banquete lascivo decapitas a tu denostado pretendiente. Respiración profunda. La Boa acecha en el silencio de la noche.
Hombre ingenuo que andas por el filo de la navaja y olvidas los consejos de Circe. No trates de romper esas cuerdas que te atan a la estabilidad, a tu felicidad. El destello efímero será un espejismo en tu auto impuesta peregrinación por el desierto.
Penélope aguarda y te quiere en su plenitud. No te desconciertes por los fuegos artificiales que te rodean por doquier. No caigas en las borracheras afrodisiacas con reflujo a desazón y desdicha.
Líbrate de la libido ciega que embriaga al viajero. Visiones, contornos desdibujados en una noche de somnoliento aroma. Lo Cellos lloran la desdicha del amante….
Te dejo en la placidez de la imprudencia, del sueño anhelado…..

lunes, 10 de enero de 2011

Diario de un náufrago



Cuatro de la mañana. Cuatro en punto de la mañana. El frío hiela mis venas y me arranca de los brazos de Morfeo. Mar gruesa. En el desconcierto y la agonía me acerco a la ventana, busco luz entre tanta negritud, calor entre tanta frialdad.
Y allí le veo, revoloteando como otras veces. Pero solo, como siempre lo ha estado. Sin embargo, hoy se batía en solitario. Su aleteo no era más que la lucha por la supervivencia. La lluvia torrencial aplacaba su vuelo y cada gota sobre su plumaje era una afrenta mortal, una carga que amenazaba con acabar con él.
Pero siempre los recordé en pareja, con sus alas untadas en tinta de nostalgia y dibujando en el más grisáceo de los cielos. Pero llegó la tempestad y con ella la tormenta. Y de lo más oscuro salió aquel rayo, cargado de dolor y desgarro. Sin previo aviso golpeó y todo acabó. Noche de tristeza y de nostalgia. Bancos vacíos. Alma enmudecida.
Vuela, le digo. Vuela alto y busca cobijo hasta el alba. Pero el cielo llora y hace que sus plumas queden henchidas por aquellos amargos sollozos.
Sigue lloviendo. Lágrimas que inundan. Ahogo. Dolor. Quiero salir y curar las plumas de aquel gorrión malherido, pero algo me detiene.
Bancos vacíos. Madera que encierras sabias palabras, grandes secretos. Resuena el eco de tus palabras. Te escucho en el silencio.
Llueve en la cerrada noche de invierno.  Gorrión abatido. Dolor del alma.
Te busco y no te encuentro. Te veo en mis sueños.

viernes, 31 de diciembre de 2010

La cámara mágica

Era una mañana de invierno, gélida y húmeda, en la que el rocío desprendía añoranza y melancolía.
Era una habitación de imágenes, de fotos de antaño, de eternos parpadeos que se eternizan en la retina.
Una estampa cargada de improntas inmortales, anquilosadas en el alma del viajero.
Allí, rodeado de tanto pasado contemplaba la singularidad de aquellas instantáneas que se alejaban de lo que comúnmente se denominaba realidad.
Aquellas impresiones encerraban un secreto peculiar, encarnaban el alma de lo fotografiado, de lo contemplado, a modo de secuestro vital. He aquí que aquella cámara despertaba un influjo sin igual, "une attirance spirituelle" como lo solían denominar en aquellas foráneas haciendas.
Parecía oír su llamada, su canto de sirena. Por lo que decidió acercarse y contemplar la realidad a través de ese anteojo, de esa lente erguida sobre aquel trípode carcomido.
Era una visión fantasmagórica y espeluznante, puesto que el aire que se interponía entre ambos planos parecía transformar y arrancar la esencia de todo aquel que osara situarse en su objetivo. Un resultado verdaderamente espectacular; ya que no era una trascripción visual fidedigna, sino que atrapaba el ánimo y el ser de lo observado. Por lo que si se capturaban varias instantáneas desde el mismo lugar, se producían resultados muy dispares puesto que cada una de ella era como una semilla de una granada, una gota sacada del océano.
De pronto, resonó en su mente aquella famosa frase según la cual "cada uno de nosotros es, sucesivamente, no uno, sino muchos. Y estas personalidades sucesivas, que emergen las unas de las otras, suelen ofrecer entre sí los más raros y asombrosos contrastes".
Contrastes que reverberaban y que se proyectaban por doquier inundado la sala de un sentimiento singular.
Cerró los ojos un segundo y se concentró. Recordaba las palabras de su amigo violinista: "Antes de tocar, me sumerjo en el más profundo de los silencios e imagino como suena esa sonido genial que quiero arrancar de la cuerda con la justa presión requerida".
Por lo que siguió el ritual de su compañero y dibujó la mejor de las sonrisas que quería conservar en lo más profundo del cristalino. Cada vez que quisiera evocar su imagen se llenaría de quietud reteniendo aquella sonrisa plácida y tranquila.


domingo, 19 de diciembre de 2010

Viajando contracorriente


No podía precisar, podían ser las nueve de la mañana o de la noche, de una tarde de invierno o de verano….. Mi existencia se diluía como un azucarillo …
Todo cambiaría desde aquel viaje, desde aquel trayecto vital. Me subí al tren y busqué mi asiento. Me sorprendí al ver que estaría sentado en el sentido opuesto a la marcha del tren.
Pronto me vería encerrado en mis propios pensamientos y el paisaje bucólico que contemplaba a través de la ventana me invitaba igualmente a ello. Parecía que la máquina imprimía carácter, desplazándonos cada vez a mayor velocidad. Los contornos del verdor de los árboles y de la campiña comenzaban a desdibujarse por nuestro frenético devenir. La velocidad vertiginosa me hizo pensar en la reflexiones de la física contemporánea que afirmaban que un movimiento puede desplazarse no sólo en el espacio, sino también en el tiempo.
El verdor se transformó en un manto blanco, resplandeciente y nítido que dio paso a una estampa estival centroeuropea. Primavera, Invierno, verano otoño parecían ser el anti ciclo que presenciaba de una forma tan extraña y peculiar. Todo aquello producía un cierto vértigo y zozobra existencial cuya causa no sabía determinar. Quizás fueran las reflexiones a las que me veía abocado o el sentido inverso de la marcha… Quién sabe..
Escudriñaba a mi compañero de vagón, un afable sesentón por su blanquecino cabello y gesto grave. Curiosamente percibí que éste se tornaba más castaño y joven. Sin duda, aquella atemporalidad había inundado el habitáculo en el que nos encontrábamos y mis pensamientos parecían haberse vistos afectados por ese sin sentido  espacio temporal.
El anuncio de la llegada a la próxima estación me sumió en la duda y desasosiego al haber perdido toda noción de la realidad.
En aquella letras góticas se podía leer Freising y todo ello fue una especie de regresión al antaño. De forma inconsciente bajé a lo desconocido, al mundo intangible de los recuerdos.
Aquel déjà vu me sobrecogió al ver en el andén al joven en el que tanto me identificaba.
Los vi hablando con un gesto relajado y distendido. Mi presencia pareció no perturbarles lo más mínimo e incluso diría que ninguno podía reconocer el "avenir" que yo encarnaba. Era una imagen fantasmagórica y escalofriante al entrar en aquel mundo onírico y transcendente. Oí al  joven quejarse de tener que llevarle  de vuelta y viajar tantísimos kilómetros a causa de ello.
Yo por el contrario, me sentí impotente al no poder explicarle que disfrutara, aunque se tratara de llegar al fin del mundo; ya que mucho antes de lo que se imaginaba, iba a tener que viajar de vuelta en la más áspera de las soledades donde la melancolía y la añoranza embriagan el espíritu. Decirle que la tinta se evaporaba y que pronto no podría escribir las aventuras quijotescas que tanto sentido le dieron a su vida.
El  silbido del maquinista penetró en mi alma como una afrenta mortal, al recordarme la impostergable necesidad de volver al tren y no quedarme anclado en el otrora del pasado.
De vuelta, mi aliento se helaba y mi pecho henchido de tristeza por aquello que llamaban, dolor del alma. Sin embargo, ahora sentado según el sentido de la marcha, viajaba de nuevo hacia el presente. Detrás del cristal quedaban los dos en la más bella de las sincronías idealistas. Mis retinas se inundaban y la impotencia se respiraba por doquier, Lentamente el tren comenzaba a moverse hacia lo desconocido….

jueves, 9 de diciembre de 2010

El regreso de Sorel

Fue aquella falta de piedad en sus ojos lo que tan profundamente me impactó, ese canibalismo primitivo y ávido de sangre ajena. No podía creerlo, pero era la mismísima reencarnación moderna del Julien Sorel de antaño. El mismo embaucador y mercenario de sentimientos ajenos. Y sin embargo, en él no había una estrategia premeditada de ascenso social. Por el contrario, era la personificación del relativismo hedonista más imperante. En definitiva, un detritívoro de almas ajenas…

Su rostro angelical ejercía una seducción deletérea sin igual, una fuerza gravitatoria mortal. La nueva personalidad encarnaba el león anunciado por Zaratustra, la victoria del lado más oscuro del inconsciente, donde se esconden los deseos más aberrantes e ignominiosos.
Pero fue entonces cuando a modo de fogonazo intelectual vislumbré el origen de su metamorfosis. Posiblemente era un sueño o incluso una pesadilla pues él aparecía representado como un niño cándido y tranquilo. Me acerqué para observarle de cerca y me sorprendió verle jugar en el suelo con una muñeca Matrioska.
- ¿Pero qué haces? Le pregunté
- Son mis mujeres – Me respondió sin apartar la vista de ellas.
- ¿Tus mujeres? – repetí en voz alta.
- Si. Fíjate como se quiebran si les sacudes la cabeza. Es genial, siempre aparece otra nueva. En el fondo son todas iguales, todas se quiebran a la misma altura, ejerciendo la misma fuerza. Hay que enamorarse de todas y decirles que las quieres de igual manera, aunque sea mentira. En el fondo si las observas te piden que lo hagas una y otra vez, para así poder respetarte.
- ¿Pero cómo puedes?- balbuceé en el aturdimiento.
- Mi corazón sigue la misma dinámica y se fragmenta como el mercurio en millones de nuevos corazones, siempre el mismo cortejo, el mismo juego.
No podía dar crédito al oír aquel razonamiento tan estentóreo y frívolo.
Es un niño –tranquilízate, no le debo dar más importancia a sus palabras – pensé.
- Pero llegará un momento en que ya no puedas romperlas en dos, siempre habrá una última- le dije.
- Mi madre dice que puedo jugar con ellas hasta que me case y será entonces cuando tenga que devolvérselas y no tocarlas nunca más…
El “nunca más” reverberó en las profundas paredes del sueño de forma que me desperté sobresaltado…

sábado, 20 de noviembre de 2010

Miradas

No podía dejar de pensar sobre aquellas líneas que de forma furtiva leí en su diario. Sé que no era lo correcto y aún menos transcribirlas……

“Me desvanezco ante tu mirada, me aniquila, me petrifica. No tengo escapatoria. Tus pupilas azules desarman y desgarran el alma, cual ave de rapiña. La profundidad de tu iris se asemeja al ojo del huracán cuya negritud representa el fin de los tiempos. Se podría incluso decir que eran la más pura reencarnación de Medusa; que no sólo convertían en piedra, sino que incluso cosificaban a todo aquel que osara contemplar su mirada…. ¿Pero acaso no fue decapitada por Perseo?.
De forma misteriosa dicho hipnotizador efecto me transformó en un funámbulo emocional. Apenas conseguía el punto de apoyo necesario para evitar que el equilibrio de su vida no acabara como un castillo de naipes desvanecido en la nada. Pero, ¿Quién acecha a quien?, ¿Acaso era el impulso que hace transitar por el más peligroso de los infiernos y que llevó a Orfeo a rescatar Eurídice?"

domingo, 24 de octubre de 2010

Descenso al maelström


Aún azorado, comenzaba a recuperarse de las peores tempestades jamás vividas. Aquella calma chicha encarnaba los peores presagios para todo grumete, la pérdida de  su timonel tras el descenso al maelström.
La desazón se apoderaba de su alma y la petrificaba de forma implacable. Por lo que ahora sólo quedaba transcribir aquella coda existencial en su cuaderno de bitácora.  Dicho instrumento de navegación constituía la más sagrada de las reliquias, por haber sido el testamento vital de aquel gran capitán. El plasmar mis trazos sobre ese lienzo parecía ser la peor profanación posible.  Sin embargo, la mar había impuesto de forma impostergable la entrega de ese testigo en la carrera por la vida y la supervivencia.  El barco navegaba a la deriva y la reconstrucción del timón se hacía imperante. 
El desgarro del alma parecía entumecer todo mi ser y sólo sus enseñanzas parecían darme el aliento necesario para poder sobrevivir a ese batán mortal.  La mano me temblaba y cuanto más me acercaba a la superficie blanquecina, más agudo era el dolor que experimentaba.  Sin embargo, el correr de la tinta violácea parecía desprender un cierto bálsamo sobre el océano de dolor que sentía.


Enormemente  afligido me debatía en una afrenta indescriptible contra aquellas aguas desagradecidas que vieron tantas batallas y arrojo escenificado. El sin sentido azotaba la cubierta a modo de tempestad emocional.  La soledad y el desaliento se convertían en las peores amenazas para aquel barco encallado….

sábado, 26 de diciembre de 2009

Gotas


Sábado 26 diciembre 07:00 a.m

Irrumpió otra vez con la virulencia e inoportunidad que tanto le caracterizaba. Había venido para sacarle de lo sueños más placenteros y sumirle en una eclosión de imágenes e ideas sin igual. Como ya conocía su insistencia y determinación no pudo más que levantarse de la cama e intentar esbozar algunos trazos de ideas que con tanto fervor bullían en su cabeza.

Llovía de manera intensa y mientras comenzaba por concentrarse ante tan ingente tarea observó las gotas que discurrían por el cristal. Su mente parecía aquella superficie y las gotas las palabras que de forma alocada discurrían por ella. Algunas parecían timoratas o dubitativas en la parte alta, otras por el contrario no se andaban con rodeos
y recorrían todo el trayecto cristalino de forma rápida y resoluta. De igual manera, la pluma comenzó
por tintar de azul la blanca superficie del papel inmáculo.
"Lo difícil no son las ideas sino el plasmarlas en ese abismo blanco" recordó las palabras de Krzysztof Penderecki.

Técnica,técnica, técnica parecía retumbar en su cabeza.

El blanco del lienzo parecía tener algo de siniestro como si amenazara con secuestrar aquella cadena de palabras hasta el final de los tiempos. Uno no podía ignorar tan desafiante realidad. Sin embargo, el cansancio aletargaba...

lunes, 21 de diciembre de 2009

Lucha de titanes


Fue en aquella tarde otoñal en la que me dispuse a entrar
una vez más en el comedor de casa.  Los ventanales iluminaban la estancia como si el destino quisiera que todo aquello pasara en la más sincera transparencia y claridad.
Me senté enfrente de aquel lienzo que tantas veces había contemplado. Podría decirse que más que un cuadro era un espejo de no ser por que entre la imagen que refleja y la reflejada mediaban dos generaciones.
Lo contemplaba con tanta intensidad que de pronto perdí la noción de la realidad y desde entonces no supe quien escudriñaba a quien. ¿Acaso era el pasado el que juzgaba al futuro o este último que meditaba sobre el antaño?.
¿No sería el propio esperpento de admirar a los héroes clásicos a través
de un espejo temporal cóncavo?.
En cualquier caso esta vez estaba decidido a mantenerme firme ante aquellos ojos. Si otrora de ellos brotaban escrúpulos y reproches, hoy lo hacían con un noble desafío ante el temor de acabar con el tan custodiado
Status quo existencial.
Sabía que si seguía clavándoles mis pensamientos e inquietudes podría correr el riesgo de acabar como Orfeo:
perdiendo lo que más quería por mirar tanto atrás...
Pero no iba a ser tan fácil como creía. Aunque me desplazara por el cuarto para zafarme de ese gran ojo, curiosamenete por una peculiar técnica pictórica me seguían por doquier.
Había llegado la hora y a modo de justa mediaval en versión moderna me dispuse a cabalgar ese caballo imaginario. Enfrente estaba él, con toda la coraza del pasado y lo que ésta representaba.  Mi imagen no podía se más Quijotesca y surrealista al batirme a caballo con mi propia sombra.
El fatal deslance tuvo un resultado sin igual; a pesar de haberle desbancado del caballo, las heridas las sentía como propias si acaso no lo fueran.
Sentí entonces un agudo dolor en el brazo y fue entonces cuando comprendí que todo había sido un sueño poco reparador al oír los alaridos de aquella voz que me llamaba desde lo más remoto de la casa.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Recuperando la vista





No podía dar crédito a mis ojos, a mis retinas. Pero he aquí que delante de mí se erigía la puesta de sol más bella e inimaginable. Si la felicidad como comúnmente se conocía existía, debería poder cristalizarse en aquellas luces, colores y aromas a mar.


Sentía un alivio inconmensurable, una sensación inexplicable como si a modo de Lázaro hubiera vuelto de las más profundas oscuridades.

Desde la cima de la montaña en uno de los extremos divisaba las aguas que surcaban la bahía y hubo un tiempo que como yo estuvieron aquellas torres vigía que como cíclopes de piedra escudriñaban la inmensidad del océano.

Mis gafas apoyadas en la montura parecían observar igualmente aquella eclosión pictórica sin igual. Y yo, no podía creer que aquella sería la primera vez que me había atrevido a contemplar el mundo sin ellas, sin esas muletas oculares que tanto me habían impedido disfrutar de la vida, del ensueño, de aquella naturaleza paradisíaca.

Es curioso, pensé. Las llevo desde que tengo uso de razón e incluso cuando duermo; como si sus vidrios me pudieran guiar en el mundo de los sueños, de la inconsciencia a modo de grille de lectura como los franceses los llamaban…

Me sentí azorado al verlas encima de la mesa, retándome y maldiciéndome por la valentía o incluso osadía de haberme desprendido de ellas..

Pero he aquí que comprendí que todos llevamos unos binóculos invisibles que se interponen entre nuestros ojos y el mundo. Sus cristales interpretan lo que percibimos e incluso lo que sentimos. Sin embargo, como siempre las hemos llevado jamás nos atreveríamos a quitárnoslas por el temor a quedar cegados ante la remota posibilidad de sentir la felicidad.

Habían sido compañeras de penurias e ilusiones pero jamás nadie pensó que mis ojos también crecían y requerían una graduación más acorde con los tiempos que corrían.

Y el momento había llegado, por lo que con un gesto decidido las agarré con toda mi fuerza y las lancé contra aquellas aguas cristalinas que las acogieron en sus entrañas guardando para siempre en ellas todo lo que habían simbolizado…

domingo, 15 de noviembre de 2009

Intellegentĭa


"En el laberinto de la inteligencia"  de Enzensberger es unos de los libros recientemente publicados que mas tinta está

haciendo correr.(está subrayado por que es una enlace para más info.) 
Es un conciso y sugerente texto en el que nos plantea algunos de los aspectos más espinoso del motor humano: la inteligencia. En éste destierra uno de los pilares sobre los que se ha proyectado la psicología cognitiva: la cuantificación de ésta.
Supone el destierro de los test de inteligencia, de esa concepción determinista del tener o no tener pontencial.
Por el contrario aunando en las reflexiones del gran pensador alemán considero que la inteligencia responde de igual forma que la elasticidad de los gases. Su volumen viene determinado por una serie de factores internos y externos. En otras palabras, no es tanto una cuestión de tener o no tener como de promover los óptimos condicionantes para la maximización de recursos y capacidades intelectuales.
Desde el plano interno se desarrollará si en el proceso de crecimiento del individuo, ésta se ha constituido en una forma de estímulo y de anclaje tanto a nivel individual como interpersonal. El problema radica en ese equilibrio entre lo individual y lo social ya que de lo contrario no podrá desplegar su potencial.
Desde lo externo la motivación y la educación constituye auténticos baluartes para su posterior desarrollo.
Por lo que ambos planos potencian lo que Sternberg denominó la teoría triárquica de la inteligencia.
No sólo potencia lo que él denomina el componente analítico o creativo sino también el vivencial o práctico.
Los sistemas de estudios continentales y sobre todo el español persiguen la memorización de datos e información, elementos muy positivos pero carantes de sentido sino se desarrollan los mecanismos coginitivo intelectuales para contextualizarlos y darles un sentido. Es absurdo memorizar artículos de códigos sin comprender el auténtico espíritu de la ley, puesto que ésta siempre va por detrás del cambio social. Una flexibilidad intelectual vital en unas sociedades que experimentan cambios a velocidades supersónica que desarman al individuo. Como dijo Marina en la inteligencia fracasada; la competitividad y la capacidad de las sociedad española de responder a los desafíos futuros dependerá de crear una bases educativas sólidas para poder construir una sociedad más inteligente.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Rubato Nocturno


Las ideas se alertagaban como notas afligidas de rubato. Rubato o tiempo robado que como concertino me atrevía a interpretar sobre aquella partitura existencial.
Apenas recordaba si eran compases de mi preludio o por el contrario era un simple instrumentista más en tan sinfónica composición.  Pero he aquí que me veía como Saturno devorando aquellos pasajes, aquellos armónicos en el que la creación e interpretación se fundían en un único fogonazo musical.
Un rubato que modifica la frase, el sentido mismo de la existencia haciendo de cada pasaje una composición hedonista sin igual. Era un fluir constante de arpegios, de improntas sin la complejidad de otros tiempos. Pero, ¿Acaso no hay detrás de cada interpretación, una creación, una nueva composición que la hace irrepetible, "irreproducible"?.