viernes, 30 de octubre de 2009

El poder de la convicción

A modo de batán, la frase de Horace Walpole golpea una y otra vez : "La vida es una comedia para quienes piensan y una tragedia para quienes sienten". Seguramente para Bruckner fue una auténtica tragicomedia.
Su vida y su obra sirven como refugio ante los temporales, cuando la tiranía social arrecia contra las ilusiones y el empeño personal.

Bruckner ha sido uno de los mejores ejemplos de ese navegar contra corriente, de esa lucha por "zafarse" de la resaca de la mar gruesa, que simbolizó la crítica musical de su tiempo.
A diferencia de otros grandes, éste nació pequeño; es decir, un compositor que sólo comenzó a serlo a sus cuarenta años y frente a todas las adversidades inimaginables. A los 13 años murió su padre teniendo él que hacerse cargo de la delicada situación familiar. Trabajó durante el día como asistente de maestro cerca Ansfeldend su localidad natal y por la noche tocaba el violín en las fiestas. No fue hasta su paso por el Convento Agustino de San Florián que su preparación musical moldeó al genial compositor. Su obra no pudo más que enfrentarse a unas dificultades implacables. Sufrió la escisión de la Viena de su época entre los Wagnerianos y los partidarios de Brahms. Su posicionamiento le conllevó no pocas críticas y contrariedades. El entonces director de la filarmónica de Viena Félix Otto Dessoff describió su primera sinfonía "como una sopa de corcheas sin un tema principal que las una entre sí". Y su estreno de la Sinfonía n III no pudo ser más demoledor: el abandono pregresivo del público fue seguido por el de los músicos ante el escándolo de todos ellos por una obra que rompió todos los moldes de su época. Sólo Mahler supo entender aquella obra genial que tanto se adelantó a su tiempo. Su tremolando aportó una nueva forma de configurar frases musicales tan característico de él.
Considerando el carácter inseguro del compositor ante la voraz crítica (llegó a crear tres y cuatro versiones de algunas sifonías) es prácticamente milagroso que hoy se pueda disfrutar con sus genialidades.
En definitiva fue Bruckner un ejemplo de trabajador infatigable erigido sobre su convicción que se supo parapetar frente a tantas dificultades. Sapere aude!!

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