domingo, 16 de enero de 2011

Historias de un súcubo cualquiera.


Aún se intentaba recuperar del impacto de aquella carta:
"Oye ahora lo que voy a decir y un Dios en persona te lo recordará más tarde. Llegarás primero a las sirenas, que encantan a cuantos hombres van a su encuentro. Aquel que imprudentemente se acerca a ellas y oye su voz, ya no vuelve a ver a su esposa ni a sus hijos pequeñuelos rodeándole, llenos de júbilo, cuando torna a sus hogares; sino que le hechizan las sirenas con el sonoro canto, sentadas en una pradera y teniendo a su alrededor enorme montón de huesos de hombres putrefactos cuya piel se va consumiendo. Pasa de largo y tapa las orejas de tus compañeros con cera blanda, previamente adelgazada, a fin de que ninguno las oiga; mas si tú desearas oírlas, haz que te aten en la velera embarcación de pies y manos, derecho y arrimado a la parte inferior del mástil, y que las sogas se liguen al mismo; y así podrás deleitarte escuchando a las sirenas. Y caso de que supliques o mandes a los compañeros que te suelten, que ellos te sujeten todavía con más cuerdas."

Ella la cerró, la metió en el sobre y la tiró a la chimenea. La víctima a su lado, languidecía en el catre; pudiendo abrir los ojos en cualquier momento y escapar así de la muerte al leerla. Lectura redentora ineludible en la escapatoria del sino fatídico. Ella, ávida de su sexo entonaba aquellas melodías que le ordenaban desearla hasta enloquecer. Su timbre hipnótico caldeaba sus venas y hacía que su deseo irracional fuera cada vez más incontrolable. La catarsis era irrenunciable, pero ella con su mano perfumada le dirigía hacia aquel romántico cadalso. Sonámbulo, amputado de voluntad, zombi concupiscente,  era esclavo de su propio eros.
Viuda negra que tejes tu red con equívocos y torvos ojos avanzas sin piedad. Aquella conducta portaba sin embargo una lectura tranquilizadora. Sed de reconocimiento en su feminidad, en su dominio de la debilidad masculina, del flanco más vulnerable del enemigo. Ecos del pasado, regresiones a la vida familiar; en combate con la madre por el amor y reconocimiento del padre, del hermano. Cada plaza conquistada apuntalaba su ego maltrecho. Alma de presa descarnada, narcisismo de mujer que se afianzaba. Sádica profesión.
Mantis que tras el banquete lascivo decapitas a tu denostado pretendiente. Respiración profunda. La Boa acecha en el silencio de la noche.
Hombre ingenuo que andas por el filo de la navaja y olvidas los consejos de Circe. No trates de romper esas cuerdas que te atan a la estabilidad, a tu felicidad. El destello efímero será un espejismo en tu auto impuesta peregrinación por el desierto.
Penélope aguarda y te quiere en su plenitud. No te desconciertes por los fuegos artificiales que te rodean por doquier. No caigas en las borracheras afrodisiacas con reflujo a desazón y desdicha.
Líbrate de la libido ciega que embriaga al viajero. Visiones, contornos desdibujados en una noche de somnoliento aroma. Lo Cellos lloran la desdicha del amante….
Te dejo en la placidez de la imprudencia, del sueño anhelado…..

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